Violonchelista y su violonchelo
Siempre hay gente atrevida, para lo que sea, que no tienen miedo a la adversidad ni a lo que pueda decir la gente (ya lo comprobamos con El Ruquito del Fondo). Un colectivo de este tipo que me llama la atención es el de portadores de objetos voluminosos en el metro.
Mi favorito es el “violonchelista con violonchelo que viaja en hora punta”. Desde aquí expreso mi admiración hacia estos músicos, ellos sí que son los novios de la muerte y no los legionarios, pues intentar entrar en el metro con semejante mamotreto a la espalda es sinónimo de buscar problemas. Yo que siempre voy con una mochila, ya he disfrutado de algún que otro altercado con gente que consideraba que mi pobre mochilita atentaba contra su comodidad. Me imagino algunas de las situaciones surrealistas que le pueden pasar a un violonchelista:
“¡¡¡Po favoooo, déjenme entrar!!!”
“¡¡¡Y una polla como una olla!!!Con eso no entras”
“¿Qué culpa tengo de tener que ir a ensayar a las 8 de la mañana?”
“Pues toca la armónica, que ocupa menos”
“Disculpe señor agente, no me dejan entrar en…”
“¡¡Quieto!! Levanta las manos lentamente”
“Pero agente, si yo…”
“¡¡Qué te calles te digo!!¿Qué llevas en ese bulto?” Dice el poli encañonando a nuestro músico.
“Es un violonch…” Aquí ya se ha hecho pipi.
“¡Mientes! Estamos buscando a un sospechoso de matar a sus padres y llevarse los cadáveres en una mochila enorme. Por fin te hemos encontrado”
“Pero…”
“Andando a comisaría, se te va a caer el pelo, sádico de mierda. En la trena te enseñaran a respetar a tus padres”
Ni que decir del millón de veces que le habrán comentado que tendría que pagar el doble por ocupar tanto espacio, o del desviamiento de columna que acaba causándote ese trasto. No es fácil, ni mucho menos, la vida de un violonchelista.
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